Afrodita Reyes fue entre los primeros miembros de la Iglesia en la República Dominicana. Ella y su esposo han escogido enfocar su vida en servicio a otros, ayudándoles a ver que son también hijos de Dios. (Click here to read the interview in English.)

Me llamo Afrodita. Estoy casada 31, casi 32 años. Tengo 3 hijos. Tenemos dos nietos. Los dos tienen año y medio, solo unas semanas aparte. Estamos esperando nuestro tercer nieto en noviembre. Somos muy unidos. Dos de mis hijos viven aquí en la capital, y una vive en Puerto Plata, en el norte. Ahora tenemos tiempo para dedicarnos a las cosas que nos gustan. Nos gusta hacer campismo y subir montañas, y aquí no es tan común, pero siempre que podemos, salimos.

¿Cómo conoció el evangelio?

Yo la conocí cuando tenía 13 años. La iglesia comenzó aquí solo unos años antes. Era una mujer joven, y no había mucho conocimiento sobre la iglesia y estas personas americanas, rubias, a veces pensaban que eran de la CIA. A veces cuando entraba en la iglesia los vecinos y la familia dijeron, “no sabes qué son ellos, mejor pensarlo mejor.” Pero poco a poco la iglesia ha crecido mucho. Están en vuelta en muchos proyectos de ayuda de la comunidad. Ayuda al gobierno y vienen muchas personas para ayudar en los hospitales así que ahora es más conocida.

Afrodita Reyes

¿Y qué fue lo que vio en la iglesia, el evangelio, que le hizo pensar que tendría lugar allí? Porque, como dijo, muchas personas pensaron que fue algo de los norteamericanos. ¿Cómo llegó a sentirse comoda?

Cuando me bauticé, éramos todos en mi casa, la familia completa. Venía yo de un hogar que no funcionaba bien. Cuando pasó el tiempo, mi familia se inactivó, y empezaron de nuevo sus malos hábitos. Yo quedé sola por muchos años en la iglesia. No sé por qué. La iglesia quedaba muy lejos, tuve que caminar dos horas para llegar a la iglesia. Y no por caminos bonitos, por montañas. Y tenía siempre dos pares de zapatos, unos tenis, y cuando llegaba a la capilla, cambié por unos zapatos de la iglesia. No sé por qué continué yendo sola, y al mejor no tenía testimonio tan fuerte, pero la iglesia se convirtió, para mí, en un lugar de refugio. Yo me sentí protegida, sentí que tenía amigos buenos, que tenía maestros buenos, que podía decirles mis cosas y me escuchaban sin juzgarme. Fui tres veces a la semana- dos veces por la noche a las actividades, y el domingo también. Después comencé Seminario. Yo estuve en el primer grupo de Seminario del país. Nos quedábamos después de las reuniones los domingos. Pasaba casi todo el domingo en la iglesia. Eso me ayudo a mi a fortalecerme un poco más. No sé cuándo se transformó esa felicidad en fe. Yo sabía lo que quería para mi futuro. Por venir de un hogar que no representaba lo que yo quería, ni la forma de vivir, yo comencé a identificar qué tipo de hogar quería crear, qué tipo de hombre quería a mi lado, y qué tipo de hijos quería a mi lado. Conocía a mi esposo todo este tiempo en la iglesia, pero después él fue a la misión y nos comenzamos a conocer, y nos casamos y empezamos a construir nuestra familia a la manera que nosotros debíamos de hacerlo. No solo a la manera de nuestros gustos, sino a la manera, tanto él como yo, del evangelio. En ese entonces yo asistía a la Sociedad de Socorro. Yo no sabía cocinar, no sabía hacer nada, pero las hermanas de la Sociedad de Socorro me enseñaron. Hacían cursos para aprender a hacer la comida, para hacer postres, y enseñaron a coser. Fui de no saber freír un huevo a ver que tenía ese talento, y hoy tengo un restaurant y un trabajo de catering.

¿No solo aprendió de lo espiritual, sino de lo temporal?

Todo lo que yo sé, todo lo que yo he aprendido, todo lo que soy, lo he aprendido en la iglesia. Por eso, mi vida gira entorno de la iglesia.

Afrodita Reyes

¿Cómo fue criar a sus hijos en la RD?

En realidad, fue más fácil por la ayuda del evangelio, pero es difícil. Realmente, uno hace su parte, pero la fuerza del mundo es fuerte. Hay que enseñar que sus hijos atesoren en su corazón las cosas que tú les estás enseñando. Y es mitad lo que tú les enseñas, y mitad que ellos quieran recibir lo que tú enseñas. Así que traté de mostrar las cosas, no solo decirles. Yo recuerdo, cuando eran chiquitos, cuando salíamos del restaurant, siempre quedaba comida. Sé que no es común en todas partes, pero aquí siempre hay niños y gente caminando en la calle sin hogar. Y yo pedía para llevar la comida que no comimos y yo hacía que ellos la entregaran a esa gente. Al principio no les gustaba, y les daba vergüenza, pero luego tenían ganas de entregarla a la gente. Y hoy ellos siempre salen a restaurantes, piden más comida, y llevan esa porción a los niños y a la gente de la calle. Lo enseñamos así, pero de una manera u otra, ellos adaptaron a sus corazones porque querían.
Es una lección muy bella en compartir que se puede aplicar a las cosas espirituales también.

Y de hecho, eso les hizo decidir hacer una misión. Siempre, con mi esposo, dijimos que no queríamos esforzarles. Decidimos que, si realmente no querían hacer la misión, no íbamos a ser mejores o peores persones. Pero si sirven una misión, tienen que hacerlo por sus propias ganas, tienen que darlo todo. Y lo más lindo es que no solamente son misioneros por dos años. Aún tantos años después de haber llegado de servir su misión en SLC West, mi hija, por ejemplo, puede permanecer con ese sentimiento misionero. Sabe que es misionera por vida. ¡Se puede quitar la placa, pero tú tienes que seguir sirviendo y ayudando a las personas hasta que mueras!

Reyes Family

Hablando de ayudar a los demás, ¿cómo llegó usted a participar con Latter-day Saint Charities?

Nosotros hemos hecho dos misiones por la iglesia. La primera fue por un año y medio, pero tuvimos que extenderlo cinco años. Increíble era, ¡fue cómo la misión de Alma, esa misión! Y acabamos de terminar la segunda misión. Mi esposo es ingeniero civil y si necesitan que construya cualquier cosa, él lo hace gratis, dona su tiempo.

Al principio de la primera misión, fuimos a todo el país llevándolos cursos de Fortalecimiento de las familias y de Fortalecimiento de los matrimonios. Fuimos a las estacas y ellos lo llevaban a los barrios. Fue un trabajo super-grande. Teníamos que viajar viernes, sábado y domingo. También, nos encargamos con el programa de psicología de la iglesia para las adicciones. Fue muy difícil. Vi a amigos de mis hijos y amigos de nosotros, ¡y nosotros no sabíamos que tenían estos problemas! Pero eso también me hizo sentir muy sensible. Qué bueno que la iglesia tiene este programa para que las personas puedan buscar ayuda. Y yo pude ver como podían renacer. Vi a personas que llegaban con la cara mirando hacia el piso y cómo comenzaron su recuperación. Muchas personas pensaron que bendecimos a otras personas, pero yo creo que fuimos nosotros mismos que fuimos bendecidos para ver tanta aplicación de los principios del evangelio en las vidas de estas personas y de sus familias.

¿Por qué cree que necesitamos el evangelio en estas clases?

Para ser felices, hay que tener una relación con Jesucristo. Yo pude ver que cuando Jesucristo ve a esta persona que piensa que todo se está acabado. Piensa que su matrimonio se ha acabado porque está sumergido en malos hábitos, y se sienten destrozados, que son una basura, y no sirven. Es como una flor, o una matita, que ves que es fea y está desbaratada. Pero tú la tomas, y la pones en el sol y le echas agua y le das cariño, y tu puedes ver como esa matita, que una vez no sirvió empieza a empujar nuevas flores, tiene nuevas hojas. Y llega a un momento que es tan glorioso que tú ni recuerdas que es esa misma matita que no servía. Esa transformación, nadie se la puede brindar a un ser humano. Por más facilidad académica que tengas, eso no puedes ensenar a nadie. Eso es algo que es el Señor que trabajo desde adentro de una persona hacia afuera, ayudándolo, soportándolo, alimentándolo. Y sobre todo, diciéndoles que son hijos de nuestro Padre Celestial, entonces tienen un nuevo nacer. Lo mismo con los matrimonios.

¿Cuáles han sido sus proyectos favoritos?

Uno de mis favoritos es un proyecto en Barahona, en el sur. Allí, hay una comunidad con niños sordos. En esa misma lugar da una piedra, larimar, y sus ojos son de ese mismo color. Podían leer los labios, pero no asistían a las escuelas porque eran todos sordos, y comenzamos a hacer una escuela especial para ellos. Son unos niños tan especiales! Yo veía en cada niño un hijo mío. Ese proyecto me encantó.

También recuerdo que una vez mi esposo y yo subimos una montaña muy lejos de aquí. Llegamos a un lugar que se llama Valle de Dios, que es un lugar muy precioso, pero tuvimos que caminar unas siete horas. Cuando venimos de regreso, nos perdimos. Estábamos muy asustados, pero encontramos una casita, y encontramos una familia que tenía nueve hijos, el más grande tenía 13 años. Vivían en la más profunda miseria, la mayor pobreza que puedes imaginar. Nos quedamos a descansar un poco con ellos y hablar con ellos. Y unos 20 minutos después encontramos el camino y pudimos regresar.

Pues, esa Navidad unos amigos nos llamaron y nos dijeron que querían ayudar a alguien, a una familia, y pudimos llevarles comida de Navidad y muchos regalos para los niños, e incluso empezamos a ayudarles con su casa, pero empezó lo de COVID y tendremos que terminarla después. Pero eso me dejó una gran enseñanza. Simplemente, nos perdimos para que el señor nos pudiera presentar a esta familia para que pudiéramos encontrar la manera de ayudarlos, y para que pudiéramos ser bendecidos nosotros con ellos. No todas las pruebas y tribulaciones quieren decir que él quiere castigarnos, si nos damos cuenta, una tribulación puede llegar a una bendición. Estábamos perdidos y tristes, pero cuando ya supimos nuestro propósito, y el propósito que el Señor quería, pues…ya fue otra mentalidad.
Es un mensaje fuerte. De un momento a otro darse cuenta que, de hecho, están en el camino correcto.
Sí, no fue casualidad. El Señor quería que los encontráramos y que los ayudáramos.

Afrodita Reyes

Afrodita Reyes

¿Qué es, para usted y su familia, ser dominicanos y miembros de la Iglesia?

Los dominicanos somos gente muy alegre. Somos gente que nos gustan las fiestas. Nos gusta hablar mucho y rápido. Para nosotros, la iglesia es motivo de más alegría. Es poder compartir esa alegría, compartir que el evangelio es otra manera de vivir una vida alegre. Mi país es un país bonito, una isla preciosa llena de montañas y ríos y playas y de gente bonita y amable. Es un momento difícil ahora, pero yo creo que si el evangelio nos ayuda. Es decir- podemos ser mejores, y compartir lo que tenemos con otros y reconocer que somos hijos de Dios. Es un momento difícil para todo el mundo, pero si nos enfrentamos de alguna manera estos momentos difíciles con una sonrisa, yo creo que va a ser mas fácil. Si lo atravesamos quejándonos, con una mala cara, doble la carga.

Para mí, el evangelio es todo. Yo no me imagino mi vida sin Cristo y sin saber que mi familia puede ser eterna. El saber que una mujer es una hija de Dios es algo maravilloso. Y cuando tú también hacer ver a tus hijos, especialmente a tus hijas, saber que son hijos de Dios, tú los marcaste para siempre. Porque se van a sentir especiales. Yo sé que las mujeres somos amadas por nuestro Padre Celestial. Un mensaje que me gustaría compartir con mis hermanas del mundo es que somos hijas de Dios y que nuestra vida tiene propósito y dirección. No estamos al azar. Tenemos propósito. Tenemos que buscarlo y hacerlo y no perdernos el los problemas del día. Los problemas diarios son nada más que escalones para estar más cerca de tu propósito. Y de estar al lado de nuestro Padre Celestial

At A Glance


Años:
49

Ubicación:
República Dominicana

Ocupación:
Chef

Conversa a la iglesia a los:
14 años

Escuelas Asistidas:
liceo las Américas

Idioma en casa:
Españo

Himno proferido:
Oh Está Todo Bien!

Interview produced by: Jenny Willmore and Daniela Mera-Pray